sábado, 12 de mayo de 2012

El Rosario de la Virgen nos lleva a Cristo


El Mes de la Virgen María

Todos los días son día de las madres, pero por resaltar aún más el amor a tan significativa persona en la vida de cada uno, se ha convenido dedicarle un día especial al año, pero ¿cuándo?  Pues, en mayo: mes de las flores, que es como obsequiarlas con toda la belleza y colorido con que la misma naturaleza se engalana.

También la Madre de la Iglesia, María Santísima, es honrada de manera especial durante este mes. Muchas prácticas de devociones marianas están pensadas y enmarcadas por este sentir, peregrinaciones, jaculatorias, letanías, gozos y por supuesto el santo Rosario, que si bien su rezo no se limita solo a este mes –porque todos los días es día de la Madre- en este mes intensificamos nuestras expresiones de amor, y el rosario no es una excepción.

Esta oración sencilla, pero realmente provechosa para el progreso espiritual, ha sido muy atacada, el enemigo no soporta la veneración de María, la humilde sierva que permitió que el Salvador se encarnara en su vientre virginal. Por eso a tratado de desprestigiar dicha práctica tanto desde fuera de la Iglesia, calificándola de repetición cansosa y aburrida; como desde dentro, señalando que se desvía de la centralidad en Cristo, único salvador.

El beato Juan Pablo II en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, muestra la centralidad del rosario en el misterio de Cristo, en efecto dice:

la primera parte del Ave Maria, tomada de las palabras dirigidas a María por el ángel Gabriel y por santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de Dios mismo al ver su obra maestra –la encarnación del Hijo en el seno virginal de María–

y también es importante tener en cuenta que de los 20 misterios del Rosario, incluyendo los misterios luminosos propuestos también por Juan Pablo II en la misma carta, 18 contemplan un pasaje de la vida de Jesucristo y sólo dos se refieren a María misma, pero en realidades en las cuales la intervención de Jesucristo es decisiva: la Asunción de María a los cielos  y su coronación por Reina y Made de todos.

Por esta misma realidad, por ser Madre de todos, los cristianos encontramos en la repetición de las avemarías un sentido pleno, ¿se puede aburrir o cansar un hijo de decirle “te amo” a su Madre, o puede la Madre cansarse de oír hacerle tal manifestación de amor? De seguro no, al contrario se mostrará muy feliz y agradecida. Y como madre solícita que es, deseando siempre lo mejor para sus hijos y consciente de no poder darnos ella lo que necesitamos lo pedirá a quien si pueda dárnoslo: a su Hijo, nuestro señor Jesucristo quien solo espera que lo sigamos, y María tomándonos de la mano y presentándonos ante Él nos dice cariñosamente: Haced lo que él os diga!

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