sábado, 10 de marzo de 2012

Reflexión


Reparación de Amor a los Sufrimientos de Cristo

Un camino de preparación hacia la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Esto es la cuaresma, tiempo en el que la Iglesia nos invita, como madre, a volvernos hacia Jesucristo, a caminar con los ojos fijos en Él. Esto exige, sin embargo, el olvido de nosotros mismos, el olvido de nuestros gustos y la abnegación. Para ello, debemos tener en cuenta que somos alma y cuerpo, por lo tanto deberemos llevar a cabo este proceso de olvido tanto en el alma como en el cuerpo.

Por lo que respecta al alma, una oración confiada, humilde y sincera. Una oración, en este tiempo de cuaresma, dedicada a la contemplación y la petición de perdón. Oración promovida por el dolor de nuestros pecados que han llevado a Cristo a la Pasión, por el dolor de sabernos responsables del sufrimiento de nuestro Señor (el “Vía Crucis” nos ayuda a ello). Es pues, una reparación afectiva, basada en la oración continua, la comunión frecuente, la confesión humilde etc.

Pero sin duda el cuerpo debe también participar de estas prácticas con la finalidad de que haya una conversión profunda e integral. Es pues tiempo de fijarnos en los premios eternos y no en los bienes materiales. El ayuno, reducción de las comidas, para reconocer que nuestro verdadero alimento es la Palabra de Dios y el Santísimo Sacramento; o la reducción de las horas de sueño, por poner dos ejemplos. Con ello podemos conseguir más tiempo para la oración, de hecho la penitencia y la austeridad cuaresmal son también oración: oración del cuerpo. Esto será reparación aflictiva.

Al ver a nuestro Señor con la manos y los pies clavados, con el Corazón traspasado, con las sienes heridas, con las rodillas despellejadas y todo el cuerpo flagelado, ¿no vemos necesaria la reparación, pues somos responsables?, ¿no nos dice Cristo, una vez tras otra, “tengo sed” (Jn. 19,28) de tu amor? Ofrezcámosle la reparación debida, de nuestro tiempo y de nuestra vida, de nuestro cuerpo como “Hostia viva, santa, agradable a Dios” (Rm. 12,1).

No podemos olvidar en este punto, que Cristo presente en los más necesitados y los que sufren, sigue sufriendo. “Fijémonos los unos en los otros” (Hb. 10, 24) entonces, para ofrecer consolación, siendo misericordiosos, a los sufrimientos de Cristo en ellos, sin olvidar que también en ellos vemos un camino perfecto para la abnegación.

            Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

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