jueves, 29 de marzo de 2012

Escuchar en el Silencio


EN TIEMPOS DE CUARESMA. 

Queridos hermanos en Cristo:

En tiempos de cuaresma, me gustaría hablaros con esta meditación. Originaria de la reflexión personal, que estuve escuchando en una conferencia, que se hacía el seminario en el 2008, del libro Jesús de Nazaret  de su Santidad el Papa Benedicto XVI. Con el tiempo he ido desarrollando a través de la oración, la meditación y la contemplación, la idea que este pasaje bíblico, escuchado en dicha conferencia, ha suscitado en mi interior para mi conversión. Aquel pasaje era Mt 4, 1-11. “Las Tentaciones en el Desierto”.

Inicialmente no repercutió en mí la plática del día. Pero, no obstante, meditando después comencé a ver la cita con distintos ojos. Quien tiene experiencia de hacer oración, lee, medita y contempla con la Palabra de Dios. Pues, eso es precisamente lo que yo hice. Conseguí ponerme dentro del texto y vivirlo. Hacer que resuene dentro de mí.

Cuando leía esta cita podía ver un momento de cuaresma personal del Señor. Un retiro vivido en soledad. Una soledad vivida en el olvido que hace el  mundo a la persona de Jesús. Además que Él se aparta de todo aquello que puede hacerle caer en el egoísmo de este mundo. Egoísmo que desborda en los corazones de los hombres. Cristo, sufre un ayuno espiritual por parte del hombre. El hombre no llena el corazón de Jesús, por su falta de caridad. El hombre, como es normal en este mundo, está lleno de sí mismo y no deja espació para lo espiritual, para el encuentro con Dios. Jesús sufre esa sequedad de corazón de piedra, quiere olvidar y vencer esa parte del mundo, por parte del hombre. Pues, el hombre siempre ha sido débil y ha sucumbido a la tentación de solo satisfacer sus propias necesidades.

Hoy en día, seguimos cerrados a la voluntad de Dios y a su espiritualidad. Por ello os exhorto, hermanos míos, a que renunciéis en vuestras posibilidades, a seguir escuchado por encima de lo que Dios quiere.

En una sociedad con un sinfín de estruendos y gritos para poner de manifiesto quien está al mando, es difícil silenciarse y hacer un momento de retrospección. La Cuaresma, al igual que la vida, se puede vivir como un momento áspero y sin sentido, si uno no se para a escuchar y a escucharse. El silencio y la calma, no entran muy a menudo en nuestras vidas, quizás solo para dormir. ¿Por qué, no podemos escuchar más allá? ¿Qué estamos haciendo mal?

El silencio y la calma interior, es alcanzado cuando nos damos en caridad. Ya sea a nuestro hermano, quien necesita de nosotros. O ya sea a nuestro Señor, que aunque no tenga tanta necesidad, la necesidad es nuestra. Como ovejas de su rebaño necesitamos de sus cuidados. Pues, precisamente esos cuidados se alcanzan cuando verdaderamente te entregas a Él y le sirves en los que te rodean.

En cuaresma, nuestro encuentro con el Señor lo tenemos presente en la Cruz, en la penitencia, en el dolor y en el ayuno. Pero hermanos, os sugiero que nuestro encuentro sea siempre en el diálogo. Un diálogo de entrega y de amor, ya que el sufrimiento ya viene en el transcurso de la vida. Sepamos, en los momentos de oración y encuentros con el Señor buscarlo en el amor, de  hacer su voluntad renunciando a la nuestra, y haciéndonos pequeños ante la grandeza de lo que significa ser hijo amado de Dios, hermanos de Cristo.

Paz y bien.

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