sábado, 31 de marzo de 2012

Ecos de la JMJ

En camino hacia una Meta Santa.
“corred de manera que la consigáis” (1Cor 9, 24) 


Fue una de las frases utilizadas por el papa Benedicto XVI en la homilía dirigida a los seminaristas durante la JMJ Madrid 2011. Frase que bien podría aplicarse a todos los fieles tal como lo trato de hacer a continuación. Tal vez en algún momento parezca enfatizar más en la vocación sacerdotal por ser este el fruto de un retiro en el cual profundizábamos en dicha homilía y que luego quise generalizar.
Esta meta santa no es el sacerdocio, ni el matrimonio, ni el ser padres o el director de algún grupo de iglesia. Estos son sólo medios para alcanzarla, bastantes particulares sí, pero es por tratarse de vocaciones específicas dentro del cuerpo místico de la Iglesia. El sacerdocio, por ejemplo, es en cierto sentido el comienzo decidido de la carrera hacia esa meta. Esta carrera es bastante especial: una carrera con obstáculos. Pero como carrera espiritual, esta no tiene obstáculos físico, sino espirituales, y esto es bastante singular pues puede parecer en algún momento que podemos correr rápidamente y alcanzarla, llegar primeros! ¡qué astuto nuestro enemigo! En esta carrera no hay que llegar primero, ni dejar a tras a los demás, sino que debemos llegar todos, ayudarnos unos a otros, levantarnos, animarnos; la prisa y el egoísmo son los primeros obstáculos. Luego, tal como en las otras carreras iremos encontrando otras pruebas que superar, partes muy profundas en el recorrido: nuestras miserias y defectos, cuidado con quedarnos en lo hondo; otras partes demasiado altas, verdaderos muros elevados: nuestras suficiencias, nuestra vanidad y soberbia, cuidado con estrellarnos contra ellas.
¿Cómo alcanzar entonces esa Meta Santa? Atletas de la Iglesia somos, y como tales tenemos ejercicios para estar en forma y continuar hasta el final:
Silencio interior: necesario para encontrarnos con nosotros mismos, a veces no nos gusta hacer este ejercicio y es que de antemano sabemos lo que vamos a encontrar, en otras palabras, nos da miedo descubrir como somos. Pues veamos el lado positivo: sabremos donde están las partes profundas del camino, desde la aceptación de nuestra realidad podremos sobrepasarlas, al menos sabremos a quien y para que pedir ayuda.
Oración Permanente: nos permitirá un encuentro progresivo con Cristo, ¿qué mejor ayuda? Sí, el es nuestro cirineo y el único que puede sacarnos de lo más profundo, de los valles muy oscuros (Sal 23,4), de la charca fangosa (Sal 40,3). ¿cuánta oración? La necesaria y propia de nuestra vocación particular: religioso, casado, soltero, sacerdote. No dejemos pasar un solo día sin dirigir al menos una oración a Dios.
Imitación de Cristo: ¿Qué por qué de tercero? Bueno, muy sencillo, si no nos conocemos a nosotros mismos, ni conocemos a Cristo, ¿cómo lo vamos a imitar? Ciertamente llegados a este ejercicio será conveniente, desde la imitación del señor, hacer silencio y orar, no como al principio sino como Él nos enseña con su ejemplo. En el silencio y la oración Jesús encontró fuerzas para
llegar a la cruz, nosotros sus seguidores también pasaremos por la cruz, y la oración y el mismo nos dará fuerzas.
Constante Formación: ¿durante el seminario?¿en el cursillo prematrimonial?¿en la catequesis sacramental? No, no sólo durante estos tiempos, sino permanente, actualizándonos, profundizando en lo aprendido, esforzándonos por hacerlo vida y durante toda la vida.
Inserción en la Pastoral: Como miembros de la Iglesia debemos tener su misma misión, evangelizar, ayudar a los demás a no quedarse atrás. Recordemos que no corremos solos, ni debemos llegar a la meta solos ¡que cansados llegaremos por la prisa y que decepción la de ser descalificados por el Juez de la Meta!
Obediencia: a los formadores, a los directores espirituales, a nuestros hermanos y hermanas que dirigen nuestros grupos de laicos, a nuestros párrocos. En la obediencia ejercitamos la humildad y prestamos un servicio eficiente que beneficia a todo el conjunto. Con la obediencia no buscamos aparecer, destacar o figurar nosotros. Que buen ejercicio contra las suficiencias, ya los muros de soberbia y vanidad comienzan a derrumbarse y a dejarnos el paso libre. No quiere decir, sin embargo, hacer las cosas por hacerlas, porque no es nuestra idea y la nuestra era mejor, sino que debemos hacerlas lo mejor que podamos de acuerdo con lo requerido, ese es un servicio agradable a los ojos de Dios.
Con profunda Alegría: No es lo último que debemos hacer, todo debe ir marcado por el talante jubiloso, por la alegría de saber hacia que Meta estamos corriendo: una Meta Santa. El solo hecho de sabernos inscritos en esta carrera, llamados a participar de ella desde nuestro nacimiento, inscritos desde nuestro bautismo, es motivo suficiente para correrla con alegría, pues sabemos que tenemos ayuda y así llegaremos todos, y celebraremos el triunfo eternamente!

jueves, 29 de marzo de 2012

Un Espacio para Descubrir


Estar en el seminario es descubrir la verdadera realidad de las cosas que uno ignoraba.

Ser seminarista es ir descubriendo la verdadera realidad de las cosas de la vida.

Ser seminarista es ir descubriendo la verdadera felicidad que nos falta para llenar nuestra vida.

Escuchar en el Silencio


EN TIEMPOS DE CUARESMA. 

Queridos hermanos en Cristo:

En tiempos de cuaresma, me gustaría hablaros con esta meditación. Originaria de la reflexión personal, que estuve escuchando en una conferencia, que se hacía el seminario en el 2008, del libro Jesús de Nazaret  de su Santidad el Papa Benedicto XVI. Con el tiempo he ido desarrollando a través de la oración, la meditación y la contemplación, la idea que este pasaje bíblico, escuchado en dicha conferencia, ha suscitado en mi interior para mi conversión. Aquel pasaje era Mt 4, 1-11. “Las Tentaciones en el Desierto”.

Inicialmente no repercutió en mí la plática del día. Pero, no obstante, meditando después comencé a ver la cita con distintos ojos. Quien tiene experiencia de hacer oración, lee, medita y contempla con la Palabra de Dios. Pues, eso es precisamente lo que yo hice. Conseguí ponerme dentro del texto y vivirlo. Hacer que resuene dentro de mí.

Cuando leía esta cita podía ver un momento de cuaresma personal del Señor. Un retiro vivido en soledad. Una soledad vivida en el olvido que hace el  mundo a la persona de Jesús. Además que Él se aparta de todo aquello que puede hacerle caer en el egoísmo de este mundo. Egoísmo que desborda en los corazones de los hombres. Cristo, sufre un ayuno espiritual por parte del hombre. El hombre no llena el corazón de Jesús, por su falta de caridad. El hombre, como es normal en este mundo, está lleno de sí mismo y no deja espació para lo espiritual, para el encuentro con Dios. Jesús sufre esa sequedad de corazón de piedra, quiere olvidar y vencer esa parte del mundo, por parte del hombre. Pues, el hombre siempre ha sido débil y ha sucumbido a la tentación de solo satisfacer sus propias necesidades.

Hoy en día, seguimos cerrados a la voluntad de Dios y a su espiritualidad. Por ello os exhorto, hermanos míos, a que renunciéis en vuestras posibilidades, a seguir escuchado por encima de lo que Dios quiere.

En una sociedad con un sinfín de estruendos y gritos para poner de manifiesto quien está al mando, es difícil silenciarse y hacer un momento de retrospección. La Cuaresma, al igual que la vida, se puede vivir como un momento áspero y sin sentido, si uno no se para a escuchar y a escucharse. El silencio y la calma, no entran muy a menudo en nuestras vidas, quizás solo para dormir. ¿Por qué, no podemos escuchar más allá? ¿Qué estamos haciendo mal?

El silencio y la calma interior, es alcanzado cuando nos damos en caridad. Ya sea a nuestro hermano, quien necesita de nosotros. O ya sea a nuestro Señor, que aunque no tenga tanta necesidad, la necesidad es nuestra. Como ovejas de su rebaño necesitamos de sus cuidados. Pues, precisamente esos cuidados se alcanzan cuando verdaderamente te entregas a Él y le sirves en los que te rodean.

En cuaresma, nuestro encuentro con el Señor lo tenemos presente en la Cruz, en la penitencia, en el dolor y en el ayuno. Pero hermanos, os sugiero que nuestro encuentro sea siempre en el diálogo. Un diálogo de entrega y de amor, ya que el sufrimiento ya viene en el transcurso de la vida. Sepamos, en los momentos de oración y encuentros con el Señor buscarlo en el amor, de  hacer su voluntad renunciando a la nuestra, y haciéndonos pequeños ante la grandeza de lo que significa ser hijo amado de Dios, hermanos de Cristo.

Paz y bien.

viernes, 23 de marzo de 2012

David Escoin


En un Gesto de Agradecimiento Hacia Dios

Mí vocación, nace de un amor infundido por Cristo, el cual florece en mi corazón y cambia totalmente mi vida.

Este amor es desvelado con el paso del tiempo en mi vida, poco a poco, se va arraigando más profundamente en el fondo de mi corazón.

Como poso que hace macerar el vino, este amor, me va dando cuerpo y una estructura de esencias, aromas, matices, que moldean e infunden en mí persona, una nueva forma de vivir.

La llegada de este amor a mi vida, me hace plantearme y reconsiderar cual es mi verdadero papel en este mundo, es entonces cuando lo veo claro.

Dios, que es infinitamente misericordioso, se apiada de todos nosotros desde la gracia.  Cosa que  para  los hombres es incomprensible. ¿Por qué yo no puedo amar con la misma mesura a mis hermanos? ¿Por qué no hacer lo mismo?

En un gesto de agradecimiento hacia Dios, quiero intentar rechazar mi voluntad para escuchar la de los demás. Quiero poder ayudar a mis hermanos a que se puedan encontrar con Dios en la vida, y esto ilumine sus vidas como Él hizo conmigo.

Quiero poder hablar de Dios, para que Él pueda consolar y reconfortar el alma de los que están atormentados y oprimidos  por el poder del egoísmo en este mundo.

Quiero ser anunciador del evangelio desde el ejemplo, desde la humildad y mansedumbre. Pues pocos estamos dispuestos a combatir nuestra voluntad por Él, todos tenemos miedo y sufrimos cuando no nos complacemos a nosotros mismos. ¿No es esto lo que el mundo nos enseña? ¿Es esto realmente lo correcto?

Mi vocación me hace sentir que merece la pena luchar el día a día, aunque al final de la jornada no se consiga nada. Es ésta la que me hace amar a los demás, sin buscar una recompensa que dé sentido lógico o humano a lo que se está haciendo. Una vocación que nació en mí, libremente. Al igual que nació el amor desinteresado. Ella me centra en el sacrificio por el bien del prójimo. Un sacrificio que va desde la dación por los demás, al curtimiento de nuestra propia formación, comunión y cuidado de nuestra alma, pues solo así se puede caminar correctamente en el camino de la vocación.

Vocación que busca exclusivamente la transformación de nosotros en el Buen Pastor, siendo ésta la de ser un buen cristiano, honrando así a Dios en este mismo ejemplo que Jesucristo nos dio, nos da y nos dará.



sábado, 10 de marzo de 2012

Reflexión


Reparación de Amor a los Sufrimientos de Cristo

Un camino de preparación hacia la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Esto es la cuaresma, tiempo en el que la Iglesia nos invita, como madre, a volvernos hacia Jesucristo, a caminar con los ojos fijos en Él. Esto exige, sin embargo, el olvido de nosotros mismos, el olvido de nuestros gustos y la abnegación. Para ello, debemos tener en cuenta que somos alma y cuerpo, por lo tanto deberemos llevar a cabo este proceso de olvido tanto en el alma como en el cuerpo.

Por lo que respecta al alma, una oración confiada, humilde y sincera. Una oración, en este tiempo de cuaresma, dedicada a la contemplación y la petición de perdón. Oración promovida por el dolor de nuestros pecados que han llevado a Cristo a la Pasión, por el dolor de sabernos responsables del sufrimiento de nuestro Señor (el “Vía Crucis” nos ayuda a ello). Es pues, una reparación afectiva, basada en la oración continua, la comunión frecuente, la confesión humilde etc.

Pero sin duda el cuerpo debe también participar de estas prácticas con la finalidad de que haya una conversión profunda e integral. Es pues tiempo de fijarnos en los premios eternos y no en los bienes materiales. El ayuno, reducción de las comidas, para reconocer que nuestro verdadero alimento es la Palabra de Dios y el Santísimo Sacramento; o la reducción de las horas de sueño, por poner dos ejemplos. Con ello podemos conseguir más tiempo para la oración, de hecho la penitencia y la austeridad cuaresmal son también oración: oración del cuerpo. Esto será reparación aflictiva.

Al ver a nuestro Señor con la manos y los pies clavados, con el Corazón traspasado, con las sienes heridas, con las rodillas despellejadas y todo el cuerpo flagelado, ¿no vemos necesaria la reparación, pues somos responsables?, ¿no nos dice Cristo, una vez tras otra, “tengo sed” (Jn. 19,28) de tu amor? Ofrezcámosle la reparación debida, de nuestro tiempo y de nuestra vida, de nuestro cuerpo como “Hostia viva, santa, agradable a Dios” (Rm. 12,1).

No podemos olvidar en este punto, que Cristo presente en los más necesitados y los que sufren, sigue sufriendo. “Fijémonos los unos en los otros” (Hb. 10, 24) entonces, para ofrecer consolación, siendo misericordiosos, a los sufrimientos de Cristo en ellos, sin olvidar que también en ellos vemos un camino perfecto para la abnegación.

            Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

Vocación


“Señor, haz de mí el instrumento de tu paz…” y “Fiat voluntas tua”


Di sí a la llamada del Señor que te llama a hacer su voluntad: que todos los hombres sean salvados. Para que está voluntad divina sea cumplida, Dios necesita a los hombres que se separan de los bienes de este mundo para dedicarse a la acción evangélica y apostólica de la Iglesia.  Actuando así, el hombre acepta de ser el instrumento de Dios para el desarrollo de la paz divina en este mundo sufriendo de las inigualdades sociales, odio entre hermanos, perdida de la fe, perdida del trabajo y desesperación en la vida, crisis social y económica, y todos los hombres podrán descubrir poco a poco su propia identidad que son hijos de Dios al cual deben convertirse para vivir felices eternamente con El en su Reino de amor, de paz, y de plenitud.

Este deseo no puede realizarse sin la ayuda de cada uno de nosotros: he sentido esta llamada y Dios me da cada día su gracia que me ayuda a discernir mí vocación. ¿Cuál es tu contribución a la construcción del Reino de Dios en este mundo? ¿Sabias que hay una vida que merece de ser vivida? ¿Sabias que hay una manera de vivir siempre feliz en una vida el la cual nada te faltará?

Creo que tú has visto mucha gente tener dinero y perderlo. Tú has visto mucha gente tener la belleza física y perderla poco después. Tú has visto mucha gente tener amigos y perderlos poco adelante. Tú has visto mucha gente tener la salud y sufrir de las enfermedades durante toda la vida.

Has visto la gente tener poder y pederlo después. Tu has visto mucha gente tener los bienes de este mundo pero a un momento dado en la historia, han perdido Toto y nada les queda.
Pero hay un bien que no cambia en la historia. Hay un bien supremo que está por encima de todos los bienes de este mundo que se acaba con el tiempo. Hay un bien que no se busca por lo que nos da (como placer, satisfacción física, utilidad), pero por lo que es: este es un Ser supremo, la verdadera Verdad, el Camino, la Vida,  el Amor, el Hijo de Dios, Jesús, Dios. Dios es Dios, dador de vida, dador de la vida eterna, dador de la felicidad, principio y fin de la vida del hombre. El que ha descubierto esta verdad, no le falta nada: vive siempre feliz en su vida sin ningún sufrimiento porque es la finalidad de todo.

Ven y recibe la gracia divina para el discernimiento de tu vocación. Ven y vive con nosotros en el Seminario. Una vida compartida tiene más sentido. En el seminario, tu vida tiene sentido y Dios se te da a conocer mejor y a conocer su amor. Puedes aprender a servirle mejor como sacerdote. Yo he elegido: quiero seguir el camino que llega a la felicidad y veo el seminario como camino que me ayude a discernir mi vocación. Que su voluntad sea hecha ahora y para siempre en todo el mundo. Bienvenido al Seminario.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Reflexión


No nos dejes caer en la Tentación (Lc 11,4)

Ésta es una de las peticiones que rezamos en el Padre Nuestro, oración que nos enseñó el mismo Jesús y que, no es para menos, es reconocida como la más perfecta de las oraciones. Él, que nos pide que oremos “sin desfallecer” (Lc 18,1), nos dejó esta oración cuando sus discípulos le pidieron: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Él, maestro de la oración, es también de quién narra el Evangelio que venció la tentación. (Cfr Mt 4)

¿Qué podemos decir de la tentación? ¿Por qué sucumbimos tan fácilmente a los embates del enemigo? Ciertamente el engañador quiere nuestra perdición, él es un ángel caído, y por ser ángel, más inteligente que nosotros. Pero no nos puede dañar sin nuestro consentimiento, por eso nos pone trampas, para que ofendamos a Dios, alejándonos de Él y finalmente nos perdamos. Tal vez la traducción “no nos dejes caer en la tentación” no es la más exacta, pero sí es muy gráfica cuando vemos la tentación como una trampa.

De seguro todos hemos colocado una trampa en algún momento de nuestra vida, una ratonera tal vez. Yo he visto varios tipos y tamaños de éstas, pero lo más importante, lo que no puede faltar es… ¡el queso!, una porción generosa, atractiva, olorosa. “Bueno para comer, apetecible a la vista” (Gn 3,6). ¿Y quién ha dicho que la comida es mala? Y con hambre menos. ¿Pero estamos tan hambrientos como para no ver cuál es el precio que tenemos que pagar? Esto, en el caso del hambre, pero puede ser cualquier otra necesidad y el enemigo tiene un “queso” específico y supuestamente irresistible para tú necesidad.

Jesús realmente debía tener hambre después de 40 días en el desierto, el tentador se acercó y le dijo “si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (Mt 4,3), claro que Jesús es hijo de Dios y satanás lo sabe muy bien, por tanto no es necesario que lo demuestre con éste signo o cualquier otro, pero estando la necesidad presente no pierde tiempo en desafiarlo a que haga gala de su Gloria, complaciéndolo a él y no al Padre.

También a nosotros, jóvenes solteros y casados, nos reta: si eres realmente un hombre... haz esto o haz aquello. Y nos puede sumergir así en una vida de pecado, adulterio, fornicación, robos o mentiras. A todos nos invita: si no es justo que otro reciba más que tú…, si tú oras más que ella, por qué no…, si tú te esforzaste más, entonces… Si él es más nuevo que tú, como permites que… Para todos hay, pero no tenemos que demostrarle nada.

Entre más deseemos agradar a Dios, tanto más refinada será la carnada, mejor elaborada y disimulada la trampa. Por eso debemos permanecer orando siempre a Dios, y muy conscientes de lo que le pedimos cuando decimos “no nos dejes caer en la tentación”. A propósito el artículo determinado “la”, que muchas veces pasamos por alto, es muy significativo ya que pedimos la ayuda divina en determinada tentación, la nuestra, que es muy diferente a la del otro. 

Que el Señor nos conceda en todo momento su Don, el Espíritu Santo, para discernir frente a las ofertas que se nos presentan en la vida y así poder escoger aquellas que no ofenden a Dios ni esconden un trasfondo mortal, para que al final de nuestros días podamos exclamar llenos de júbilo: “Hemos salvado la vida, como un pájaro, de la trampa del cazador” (Sal 123, 7).

Horacio Martínez.

martes, 6 de marzo de 2012

Sobre el Sacerdocio


La “profesión” más feliz y satisfactoria del mundo: ¡apúntate!

Los sacerdotes somos las personas más felices del mundo. Y no lo digo sólo yo. Muchos, y entre ellos, la prestigiosa revista Forbes. El argumento esgrimido en ésta: la vida de un sacerdote tiene un gran sentido que hace que la vida merece y vale la pena ser vivida. Lógicamente hay obstáculos y dificultades, pero los superan con creces la experiencia del gozo en la entrega y el servicio desinteresado, el acompañar a las personas, ser instrumento de la misericordia de Dios, presidir la Eucaristía, guiar una comunidad, hacer convivencias con jóvenes para llevarles a Jesús, acompañar a las personas que sufren…

Pero el ser sacerdote es mucho más que una profesión: es una vocación. Porque tiene que ver y actuar con el interior de una persona, y no tanto se refiere a una actividad externa. Porque responde a una elección libre ante la llamada de Dios, mucho más allá de determinarse en función de los gustos, cualidades o posibilidades personales. Porque se ponen en funcionamiento todas las dimensiones de la vida: la afectiva, intelectual, creativa, etc. Porque vives desde la gratuidad del amor de Dios y la providencia de su elección: -me ha elegido a mí- y, -te está eligiendo a ti-. Porque El quiere y te ama. Dios te ama. Porque permanece y es alianza y compromiso de amor para siempre. El sacerdocio es vocación porque exige exclusividad, entrega absoluta y nace de una pasión: la pasión por el Evangelio. Es ser testigos enamorados de Cristo que te lleva a acoger la llamada personal, urgente y eclesial de la emergencia educativa anunciada varias veces por el Papa Benedicto XVI.

Varias son las iniciativas que se están llevando a cabo para suscitar y promover esta experiencia apasionante del sacerdocio:
  • La cuña publicitaria en la COPE, grabada por los seminaristas, en la que se afirma sencilla y claramente: Ven al Seminario Mater Dei…y rompe con tu rutina. Sé valiente, vive tu vocación. Llena tu vida, ayudando a los demás con el compromiso y la alegría de ser testigo de Dios. Ser sacerdote: una vida que merece ser vivida. En el Seminario Mater Dei, CONTAMOS CONTIGO.
  • La renovación de la “Asociación Amigos del seminario” como verdadero movimiento pro-vocaciones por medio de la cadena de oración. Mayor información sobre la Asociación tenéis en esta misma HP.
  • Los testimonios vocacionales de los seminaristas en las parroquias de destino pastoral y en el colegio Mater Dei. Podéis contar con ellos si deseáis que vayan a dar testimonio a los grupos de jóvenes de vuestras parroquias. Aprovechad esta oportunidad.
  • La apertura del seminario Menor en la cual se está trabajando y rezando. Si conoces un chico entre 12 y 18 años que se le ve ganas de ser feliz y está abierto a la vocación: ¡adelante! ¡Al seminario Menor, no lo dudéis!
  • Y el deseo y la confianza de que la semilla que se va sembrando en los corazones jóvenes de nuestras familias, parroquias, comunidades y colegios, dé fruto abundante. Así se lo pedimos con pasión y convicción al Dueño de la mies.
Desde el corazón de la Diócesis, con mucho cariño, Miguel Abril.

Samuel Medina

Todos buscamos a Dios

¡Paz a vosotros! Soy Samuel, seminarista menor del “Mater Dei”. Si algo puedo decir seguro de mi vida, es que Dios siempre ha estado muy cerca. ¿Que cómo he acabado en el seminario? Pues eso,… por Él. Ha sido Jesucristo quien poco a poco se ha apoderado de mi corazón. Gracias a las catequesis para recibir la Confirmación, empecé a asistir a la Santa Misa, Confesión y oración. Recibiéndole, pidiéndole perdón y hablando con Él íntimamente, me conquistó. Pero si algo me impulsó a entrar en el seminario fue la Palabra. En un momento muy especial en mi vida, en un retiro, fueron estas: “¿me amas? […] Apacienta a mis ovejas” (Jn. 21,16). Sí, todos buscamos a Dios, a veces sin saberlo. 

Si quiero ser sacerdote, es para la salvación de las almas y para gritar al mundo “Éste es el Cordero de Dios”(Jn. 1, 36). En otro momento fueron estas: “Soy yo. No temáis” (Mt.14,27) ¡Ven! Y allá voy… aquí en el seminario. Voy caminando con alegría, pues voy con El. Estos meses han sido los más felices de mi vida, pero también los más difíciles y con muchas pruebas. Bueno, Cristo en la Cruz es la máxima expresión del Amor, ¿a caso vamos a renegar nosotros de la nuestra? No, lo debemos hacer todo por amor. Y eso es, el amor (origen, sustento, meta), porque “Dios es Amor” (1Jn. 4,8) 

Un abrazo en los Corazones de Jesús y María.